¡Hola! Espero que sigáis por ahí. Han pasado un par de semanas y no he escrito nada, pero tengo una buena disculpa… He estado de exámenes. Sí, después de dejar la universidad hace ya bastante tiempo, y vuelvo a estar de exámenes. Nunca aprendo. Si quieres acompañarme, y averiguar cómo va esto de los exámenes en un MBA, quédate unos minutos a leer 😉
¿Exámenes? ¡Si hace años que dejé la universidad!
Este es el primer pensamiento que te asalta cuando te planteas volver a pasar por períodos de exámenes, y ya llevas un tiempo desvinculado del mundo académico. Empiezas a pensar en las largas noches en vela estudiando, los nervios a la entrada de los exámenes, repasos compulsivos, el «¡Dios mío! ¡No me acuerdo de nada!»… Y, para serte sincero, vuelves a pasar por un montón de todas esas experiencias que creías ya olvidadas hace tiempo, sólo que de otra manera. Quizás los exámenes sean diferentes, o quizás sea yo el que ha cambiado (mi peinado ha cambiado mucho, eso fijo :P).
Desde luego, la mentalidad es distinta. Ahora todos hemos terminado nuestras carreras, y estamos trabajando. No existe ya ese sentimiento (real o percibido) de «van a pillar, no preguntan para ver si has aprendido». Y, por supuesto, el nivel de tensión con el que afrontas los exámenes no es el mismo, aunque ya verás como también hay bastantes nervios en juego.
¿Cómo?¿Que los exámenes no son lo peor?
Desde luego, no son lo mejor, pero tampoco son lo peor. A mi, personalmente, me parece que saber compaginar el MBA con la vida familiar (estando la media de edad en 29-30 años, somos bastantes los que tenemos ya nuestra propia familia), ser capaz de preparar todos los casos de la semana, preparar los trabajos de grupo, quedar ocasionalmente con los compañeros para ultimar una presentación, quizás ir dando forma a un proyecto de futuro para el Venture Lab de IE Business School… Toda esta carga de trabajo es lo verdaderamente difícil. Y más aún, cuando se junta con temporadas difíciles en tu trabajo (por el que te pagan), porque los proyectos profesionales siguen su camino, y no tienen ninguna consideración con los alumnos de un MBA. Por todo esto, considero que los exámenes no son lo peor.
Exámenes, notas, Gauss…
Una de las particularidades de los exámenes en un MBA, habitualmente, es la Campana de Gauss. Desde luego, este sistema es el que más crispa los nervios de cualquier alumno de MBA al pensar en la puntuación de los exámenes.
Para aquellos que no sepan en qué consiste, lo explicaré. Tranquilos, que no vamos a meternos en complejidades matemáticas 🙂 La campana de Gauss no es más que la curva que representa a una distribución normal en estadística. Se trata de una distribución simétrica respecto a la media. Hablando en plata, supongamos(como, de hecho, es el caso en el MBa que curso), que existan 7 posibles calificaciones: A, A-, B+, B, B-, C+ y C. A será la máxima puntuación, y C la mínima. La Campana de Gauss que ves en la imagen, muestra cual será el reparto de notas en la clase. Esto significa que al 5% mejor de la clase, se le otorgará una A, y así sucesivamente. Por lo tanto, siempre alguien obtendrá A, y siempre alguien obtendrá C. Y aquí radica el problema: si obtenemos C como media global en dos de los tres períodos de que se compone el máster, no conseguiremos nuestro título de MBA. Por supuesto, para que esto ocurra, tendríamos que sacar unas calificaciones realmente pobres en un montón de exámenes, y la probabilidad es baja, teniendo en cuenta que todos los alumnos hemos pasado ya por un proceso de selección (que todos tenemos un cierto nivel, vaya ;)).
Entonces ¿Deben preocuparme los exámenes?
Si y no. Por supuesto, lo que te contaba más arriba pone un cierto punto de tensión en la temporada de exámenes. Sin embargo, no es para tanto. ¿Por qué? Pues muy sencillo: ni todas las asignaturas tienen exámenes, ni los exámenes suelen suponer la totalidad de la nota. En esta clase de máster, que se sigue el método del caso, es muy importante la participación. Para las clases funcionen, se debe establecer un debate, que el profesor orientará y moderará. Es por ello que parte sustancial de la calificación final recae en la participación en las clases. Además, están todos los trabajos en grupo que se realizan, y que ayudan tanto a aprender como a forjar relaciones con tus compañeros.
Por otra parte, cuando hay exámenes, hay que estudiar. Como ha sido siempre. Nadie va a regalar nada, y en ocasiones pueden resultar complicados. Estás adquiriendo una gran cantidad de conocimientos y habilidades en un tiempo ajustado, y cuando hay que evaluarlo haciendo exámenes tradicionales… pues hay que hincar los codos 😉
¿Qué es lo mejor de los exámenes?
Sin duda, el final :D. Además ya es primavera en Madrid, y tengo un montón de compañeros con los que salir a celebrar que tenemos una semana de relax antes de volver a empezar… ¡Uf! ¡Qué año más largo!
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